Colaboradores

Dr. Charlie Cornwallis

Universidad de Lund

Dr. Stuart West

Universidad de Oxford

Dra. Nicole Hynson

Universidad de Hawai'i Manoa

Dr. Alex Wegmann

The Nature Conservancy

Dr. Kabir Peay

Universidad de Stanford

Dra. Caroline Daws

Universidad de Stanford

Andressa Venturini

Universidad de Stanford

Dr. Leho Tedersoo

Universidad de Tartu
socios

En medio del océano Pacífico se encuentra el atolón de Palmyra, un conjunto de islas que se encuentra a la mayor distancia de cualquier masa de tierra firme del planeta.

El atolón alberga cientos de miles de aves marinas, arrecifes de coral intactos, la mayor especie de cangrejos del planeta y una población piscícola con un 44% de tiburones, la mayor densidad de tiburones del mundo.

Dado que el atolón es extremadamente remoto y no tiene habitantes permanentes, es un lugar privilegiado para muestrear la biodiversidad micorrícica.

El carácter remoto y frágil de estas islas obliga a los científicos a extremar las precauciones para evitar la entrada de plantas e insectos no autóctonos. El equipo de SPUN tuvo que obtener permisos especiales y congelar nuestra ropa todos los días antes de pisar las pequeñas islas que rodean la base de investigación.

Los arrecifes de coral y las redes de micorrizas pueden parecer muy distantes entre sí. Pero los investigadores plantean ahora la hipótesis de que las complejas dependencias entre organismos marinos y terrestres pueden estar impulsando los ciclos de nutrientes subyacentes en el aislado atolón.

The Nature Conservancy y US Fish and Wildlife se han interesado cada vez más por cómo los hongos aportan nutrientes a los árboles del atolón y cómo las micorrizas pueden ser clave para restaurar estos remotos ecosistemas de selva tropical.

A pesar de su lejanía, el ecosistema de la isla está gravemente amenazado por dos especies invasoras. Los cocoteros invasores, que se introdujeron en la década de 1850, y las ratas negras de cuando las islas se utilizaron como base militar en la Segunda Guerra Mundial. Para detener su propagación y restaurar el ecosistema de selva tropical autóctona del atolón, se han eliminado más de un millón de palmeras no autóctonas y se ha erradicado por completo a las ratas negras.

Al erradicar las palmeras y las ratas, los científicos esperan que los bosques autóctonos únicos de las islas se recuperen. El atolón de Palmyra es uno de los últimos reductos de Pisonia grandis, un árbol de selva tropical capaz de crecer hasta 30 metros de altura, incluso en suelos coralinos pobres. Estos llamativos árboles son lugares de anidamiento fundamentales para aves marinas como piqueros, noddies y charranes, que dejan tras de sí una enorme cantidad de guano que alimenta el crecimiento de las plantas y la vida marina, incluidos los peces y el arrecife de coral circundante.

La capacidad de los árboles de Pisonia para crecer en los escombros de coral y proporcionar un hábitat de nidificación parece depender críticamente de los hongos micorrícicos.

Cómo pueden sobrevivir estos hongos bajo los árboles de Pisonia es un misterio, porque los subproductos metabólicos de la descomposición del guano suelen ser tóxicos para los hongos.

La expedición nos permite empezar a cartografiar la diversidad de las comunidades micorrícicas de todo el atolón, tanto en las selvas vírgenes de Pisonia como en las zonas que han sido invadidas por cocoteros.

Cuando se erradicaron las ratas, las poblaciones de cangrejos empezaron a crecer, incluidas las del enorme cangrejo cocotero, que vive más de 60 años, caza e incluso puede trepar a los árboles. SPUN tomó muestras de hongos en las raíces y en los agujeros de los cangrejos, que, según nuestra hipótesis, ayudan a propagar los hongos a nuevas raíces. Los crustáceos mudan bajo tierra, por lo que el muestreo del suelo tuvo que hacerse con mucho cuidado para no molestarlos.

El agua también presentaba desafíos. Mientras caminábamos entre islas con el agua hasta la cintura, las crías de tiburón chocaban con nuestras piernas por curiosidad. Nunca antes habíamos tenido que preocuparnos por los tiburones mientras recolectábamos hongos.

Una vez secuenciados los hongos, estos datos permitirán a SPUN comprender cómo sobrevive la Pisonia en estas duras y aisladas condiciones, y cómo pueden restaurarse estos bosques autóctonos en zonas que han sido tomadas por cocoteros. Comprender cómo funcionan las redes de micorrizas en islas aisladas y remotas como Palmira, nos proporciona datos de referencia sobre su importancia, y el papel que pueden desempeñar en futuros esfuerzos de restauración.